sábado, 7 de mayo de 2016

ANTE UNA PÉRDIDA DEBEMOS SUPERAR ESTAS ETAPAS.

                            CINCO   PASOS  PARA  LA   A C E P T A C I Ó N

ELISABETH  KÜBLER-ROSS fue la primera en identificar estas etapas a través de las cuales los moribundos llegan a aceptar su muerte, a lo que llamó “el proceso de aflicción”.

Posteriormente,  los profesionales han observado como las personas atraviesan estas etapas siempre que se enfrentan a una pérdida de cualquier tipo, ya sea menor o mayor.  Incluso los cambios positivos conllevan pérdidas, por ej.:  cuándo compramos una casa nueva y dejamos la antigua, exige la progresión por los CINCO PASOS SIGUIENTES:

1.      NEGACIÓN
Es  un estado de pánico en el que se experimenta un rechazo total a reconocer la realidad.  Hacemos cualquier cosa con tal de que las cosas vuelvan a su sitio o fingimos que esta situación no está ocurriendo.  Es un estado de gran ansiedad y miedo.
Las reacciones típicas son:  “¡No, no puede ser!”, “No tiene importancia”, “No me importa”;  o la huida mental (obsesionarse, conductas compulsivas, mantenerse ocupado).  Puede que nos sintamos distanciados de nosotros mismos y nuestras reacciones emocionales  no existan en absoluto o sean inadecuadas ( reír cuando deberíamos llorar).  Nos parece que estamos locos porque nos estamos mintiendo a nosotros mismos y nos creemos las mentiras de los demás.  El escuchar mentiras es la forma más rápida de sentirse enloquecer.  Creer en las mentiras daña la misma esencia de nuestro ser.  Un instinto muy profundo en nuestro interior sabe la verdad, pero nosotros decimos:   “Estás equivocado. Cállate.”
No estamos negando lo que estamos negando porque seamos tontos, testarudos o anormales.  Ni siquiera nos mentimos conscientemente.  “La negación no es la mentira - según Noel Larsen-.  Es no permitirse saber cuál es la realidad”. 
En algún lugar de nuestro interior creemos verdaderamente en las mentiras que nos contamos nosotros mismos.
También hay una razón que lo explica muy bien Claudia L. Jewett:
En épocas de mucha tensión, cerramos nuestra conciencia emocionalmente, a veces intelectualmente y en ocasiones físicamente.  Entra en funcionamiento un mecanismo interno que corre un telón sobre la información más devastadora para evitar que suframos una sobrecarga.  La negación es una defensa consciente o inconsciente a la que todos recurrimos para evitar, reducir o impedir la aparición de la ansiedad cuando nos sentimos amenazados.  La utilizamos para protegernos de ser conscientes de las cosas que nos trastornaría, al ser demasiado dolorosas.
La negación es el parachoques  del alma, una reacción natural e instintiva frente al dolor, la pérdida y el cambio.  Nos protege.  Desvía los golpes que nos da la vida hasta que somos capaces de apelar a otros recursos para enfrentarnos a ellos.

2.      IRA
Cuando dejamos de negar nuestra pérdida, pasamos a esta etapa.  Puede que exista una justificación para que desahoguemos nuestra ira, o puede que la desahoguemos de manera irracional sobre cualquier persona. Es probable que nos culpemos a nosotros mismos, a Dios y a todos los que nos rodean por nuestra pérdida.  Dependiendo de nuestra pérdida, podemos sentirnos un poco irritados, algo enfadados, absolutamente furiosos o arrastrados por un tremendo ataque de rabia.
Si estamos negando una situación, no pasaremos a aceptarla de buenas a primeras;  primero sentiremos furia.  Esta etapa requiere de gran comprensión y en algunos casos de ayuda profesional.

3.      COMPROMISO
Después  de habernos calmado, intentamos cerrar un trato con la vida, con nosotros mismos, con otra persona o con Dios.  Si hacemos esto o lo otro…entonces no tendremos que sufrir la pérdida.  No intentamos retrasar lo inevitable;  estamos tratando de evitarlo.  A veces nuestros tratos son razonables y provechosos:  “ Si voy a un profesional, puedo resolver…”.  Otras veces nuestros tratos son absurdos:  “Solía pensar que haciendo las mismas cosas, podía obtener resultados diferentes”.

4.      DEPRESIÓN
Cuando vemos que nuestro trato no ha dado resultado, cuando acabamos agotados por nuestra lucha de negar la realidad, y cuando decidimos reconocer el golpe que nos ha asestado la vida, nos sentimos tristes, en ocasiones  terriblemente deprimidos.  Esta es la esencia de la aflicción:  lamentarse intensamente.  Esto es, precisamente, lo que hemos intentado evitar a toda costa.  Es el momento de llorar, y es doloroso.  Según Esther Olson,  lo llama  el “proceso de misericordia”, esta etapa comienza cuando nos rendimos humildemente.  La depresión sólo desaparecerá cuando el proceso acabe de cumplirse por completo.

5.      ACEPTACIÓN
Después de haber cerrado los ojos, pataleado, chillado, negociado y por último sentido el dolor, llegamos a un estado de aceptación.
Según Elisabeth Kübler-Ross, ” la aceptación no tiene que confundirse con un estado de felicidad.  Se produce casi un vacio de sentimientos.  Es como si el dolor hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado”.
Estamos en paz con lo que sea.  Somos libres de quedarnos, libres de seguir adelante, libres de tomar cualquier decisión que necesitemos tomar. ¡Somos libres!  Hemos aceptado nuestra pérdida, se ha transformado.  Nos sentimos a gusto con ella y con nuestra vida;  nos hemos adaptado y reorganizado.  Una vez más nos sentimos bien en nuestras circunstancias presentes y con nosotros mismos.
Además, creemos que de alguna forma hemos obtenido un beneficio de nuestra pérdida o cambio, aun cuando no comprendamos del todo el cómo o el porqué.
Tenemos fe en que todo marcha bien, y nuestra experiencia nos ha hecho madurar.  En nuestro interior estamos seguros de que nuestras circunstancias actuales, son exactamente las que tienen que ser por el momento.  A pesar de nuestros miedos, sentimientos, luchas y confusión, sabemos que todo está bien.  Aceptamos lo que hay, dejamos de correr, de agachar la cabeza, de controlar y escondernos.  Y sabemos que sólo a partir de ese momento podremos seguir avanzando.
No resulta particularmente cómodo.  De hecho, es algo violento y en ocasiones doloroso.  Puede que sintamos que nos estamos desmoronando.   Por lo general, cuando comienza el proceso sentimos conmoción y pánico.  A medida que vamos superando las distintas etapas, nos ataca  con frecuencia la confusión, la vulnerabilidad, la soledad y el aislamiento.  Entonces experimentamos la sensación de que hemos perdido el control.
Cuando atravesamos este proceso a causa de cualquier cosa que no hayamos aceptado,  la persona puede encontrarse al mismo tiempo atravesando muchas etapas  del proceso de aflicción.  La negación, la depresión, el compromiso y la ira pueden aparecer en rápida sucesión.  Es posible que vayamos  hacia atrás y hacia adelante:  de la ira a la negación, de la negación al compromiso, del compromiso otra vez a la negación.  Sea cual sea nuestra velocidad y la trayectoria que sigamos en nuestro recorrido, es necesario que recorramos todas las etapas del proceso.
Muchas veces no sabemos lo que estamos intentando aceptar;  incluso puede que no sepamos que estamos luchando por aceptar una situación, que simplemente nos parezca que nos hemos vuelto locos.  No es así.  Hay que darle su tiempo si la pérdida es importante.  Según Fritz Perls: “La única forma de salir es atravesándolo”.
Podemos aceptar los cambios y las pérdidas, pero cada cosa viene por sus pasos y a nuestra manera.  Y sólo nosotros y Dios podemos determinar la duración del proceso.
Donald L. Anderson dice:  “Sanos son aquellos que se afligen.  Hace muy poco que nos hemos dado cuenta que negar la aflicción es negar una función humana natural y que esa negación a veces tiene terribles consecuencias.  La aflicción, como cualquier emoción auténtica, viene acompañada de cambios físicos y descarga  de energía psíquica.  Si esta energía no se agota en el proceso normal de aflicción, se vuelve destructiva en el interior de la persona…incluso una enfermedad física puede ser la secuela de una aflicción por resolver.  Significa estar dispuesto a admitir un sentimiento sincero en lugar de forzarse siempre a reír para olvidar el dolor.  No sólo es lícito admitir la tristeza inherente a cualquier pérdida;  es la única alternativa saludable”.
Podemos permitirnos sufrir este proceso cuando nos enfrentamos a una pérdida o un cambio.  Seamos amables con nosotros.  El proceso puede agotarnos y dejarnos vacíos.  Puede acabar con toda nuestra energía y hacernos perder el equilibrio.  Observemos nuestra evolución y sintamos lo que nos sea necesario sentir.  Hablemos con personas que sean seguras y que nos proporcionen el consuelo, el apoyo y la comprensión que necesitamos.  Hablemos de ello en voz alta;  hablemos hasta completar el proceso.
Comprender este proceso, nos ayuda a nosotros mismos y también a solidarizarnos más con los demás, que pueden pasar por el mismo.
M. BEATTIE