martes, 24 de mayo de 2016
lunes, 23 de mayo de 2016
viernes, 20 de mayo de 2016
lunes, 16 de mayo de 2016
viernes, 13 de mayo de 2016
sábado, 7 de mayo de 2016
ANTE UNA PÉRDIDA DEBEMOS SUPERAR ESTAS ETAPAS.
CINCO PASOS
PARA LA A C E P T A C I Ó N
ELISABETH KÜBLER-ROSS
fue la primera en identificar estas etapas a través de las cuales los
moribundos llegan a aceptar su muerte, a lo que llamó “el proceso de aflicción”.
Posteriormente, los
profesionales han observado como las personas atraviesan estas etapas siempre
que se enfrentan a una pérdida de cualquier tipo, ya sea menor o mayor. Incluso los cambios positivos conllevan
pérdidas, por ej.: cuándo compramos una
casa nueva y dejamos la antigua, exige la progresión por los CINCO PASOS
SIGUIENTES:
1.
NEGACIÓN
Es
un estado de pánico en el que se experimenta un rechazo total a
reconocer la realidad. Hacemos cualquier
cosa con tal de que las cosas vuelvan a su sitio o fingimos que esta situación
no está ocurriendo. Es un estado de gran
ansiedad y miedo.
Las reacciones típicas son: “¡No, no puede ser!”, “No tiene importancia”,
“No me importa”; o la huida mental
(obsesionarse, conductas compulsivas, mantenerse ocupado). Puede que nos sintamos distanciados de
nosotros mismos y nuestras reacciones emocionales no existan en absoluto o sean inadecuadas (
reír cuando deberíamos llorar). Nos
parece que estamos locos porque nos estamos mintiendo a nosotros mismos y nos
creemos las mentiras de los demás. El
escuchar mentiras es la forma más rápida de sentirse enloquecer. Creer en las mentiras daña la misma esencia
de nuestro ser. Un instinto muy profundo
en nuestro interior sabe la verdad, pero nosotros decimos: “Estás equivocado. Cállate.”
No estamos negando lo que estamos negando
porque seamos tontos, testarudos o anormales.
Ni siquiera nos mentimos conscientemente. “La negación no es la mentira - según Noel
Larsen-. Es no permitirse saber cuál es
la realidad”.
En algún lugar de nuestro interior creemos
verdaderamente en las mentiras que nos contamos nosotros mismos.
También hay una razón que lo explica muy
bien Claudia L. Jewett:
En épocas de mucha tensión, cerramos
nuestra conciencia emocionalmente, a veces intelectualmente y en ocasiones
físicamente. Entra en funcionamiento un
mecanismo interno que corre un telón sobre la información más devastadora para
evitar que suframos una sobrecarga. La
negación es una defensa consciente o inconsciente a la que todos recurrimos
para evitar, reducir o impedir la aparición de la ansiedad cuando nos sentimos
amenazados. La utilizamos para
protegernos de ser conscientes de las cosas que nos trastornaría, al ser
demasiado dolorosas.
La negación es el parachoques del alma, una reacción natural e instintiva
frente al dolor, la pérdida y el cambio.
Nos protege. Desvía los golpes
que nos da la vida hasta que somos capaces de apelar a otros recursos para
enfrentarnos a ellos.
2.
IRA
Cuando dejamos de negar nuestra pérdida, pasamos
a esta etapa. Puede que exista una
justificación para que desahoguemos nuestra ira, o puede que la desahoguemos de
manera irracional sobre cualquier persona. Es probable que nos culpemos a
nosotros mismos, a Dios y a todos los que nos rodean por nuestra pérdida. Dependiendo de nuestra pérdida, podemos
sentirnos un poco irritados, algo enfadados, absolutamente furiosos o
arrastrados por un tremendo ataque de rabia.
Si estamos negando una situación, no
pasaremos a aceptarla de buenas a primeras;
primero sentiremos furia. Esta
etapa requiere de gran comprensión y en algunos casos de ayuda profesional.
3.
COMPROMISO
Después
de habernos calmado, intentamos cerrar un trato con la vida, con
nosotros mismos, con otra persona o con Dios.
Si hacemos esto o lo otro…entonces no tendremos que sufrir la
pérdida. No intentamos retrasar lo
inevitable; estamos tratando de
evitarlo. A veces nuestros tratos son
razonables y provechosos: “ Si voy a un
profesional, puedo resolver…”. Otras
veces nuestros tratos son absurdos:
“Solía pensar que haciendo las mismas cosas, podía obtener resultados
diferentes”.
4.
DEPRESIÓN
Cuando vemos que nuestro trato no ha dado
resultado, cuando acabamos agotados por nuestra lucha de negar la realidad, y
cuando decidimos reconocer el golpe que nos ha asestado la vida, nos sentimos
tristes, en ocasiones terriblemente
deprimidos. Esta es la esencia de la
aflicción: lamentarse intensamente. Esto es, precisamente, lo que hemos intentado
evitar a toda costa. Es el momento de
llorar, y es doloroso. Según Esther
Olson, lo llama el “proceso de misericordia”, esta etapa
comienza cuando nos rendimos humildemente.
La depresión sólo desaparecerá cuando el proceso acabe de cumplirse por
completo.
5.
ACEPTACIÓN
Después de haber cerrado los ojos,
pataleado, chillado, negociado y por último sentido el dolor, llegamos a un
estado de aceptación.
Según Elisabeth Kübler-Ross, ” la
aceptación no tiene que confundirse con un estado de felicidad. Se produce casi un vacio de
sentimientos. Es como si el dolor
hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado”.
Estamos en paz con lo que sea. Somos libres de quedarnos, libres de seguir
adelante, libres de tomar cualquier decisión que necesitemos tomar. ¡Somos
libres! Hemos aceptado nuestra pérdida,
se ha transformado. Nos sentimos a gusto
con ella y con nuestra vida; nos hemos
adaptado y reorganizado. Una vez más nos
sentimos bien en nuestras circunstancias presentes y con nosotros mismos.
Además, creemos que de alguna forma hemos
obtenido un beneficio de nuestra pérdida o cambio, aun cuando no comprendamos
del todo el cómo o el porqué.
Tenemos fe en que todo marcha bien, y
nuestra experiencia nos ha hecho madurar.
En nuestro interior estamos seguros de que nuestras circunstancias
actuales, son exactamente las que tienen que ser por el momento. A pesar de nuestros miedos, sentimientos,
luchas y confusión, sabemos que todo está bien.
Aceptamos lo que hay, dejamos de correr, de agachar la cabeza, de
controlar y escondernos. Y sabemos que
sólo a partir de ese momento podremos seguir avanzando.
No resulta particularmente cómodo. De hecho, es algo violento y en ocasiones
doloroso. Puede que sintamos que nos
estamos desmoronando. Por lo general,
cuando comienza el proceso sentimos conmoción y pánico. A medida que vamos superando las distintas
etapas, nos ataca con frecuencia la
confusión, la vulnerabilidad, la soledad y el aislamiento. Entonces experimentamos la sensación de que
hemos perdido el control.
Cuando atravesamos este proceso a causa de
cualquier cosa que no hayamos aceptado, la persona puede encontrarse al mismo tiempo
atravesando muchas etapas del proceso de
aflicción. La negación, la depresión, el
compromiso y la ira pueden aparecer en rápida sucesión. Es posible que vayamos hacia atrás y hacia adelante: de la ira a la negación, de la negación al
compromiso, del compromiso otra vez a la negación. Sea cual sea nuestra velocidad y la
trayectoria que sigamos en nuestro recorrido, es necesario que recorramos todas
las etapas del proceso.
Muchas veces no sabemos lo que estamos
intentando aceptar; incluso puede que no
sepamos que estamos luchando por aceptar una situación, que simplemente nos
parezca que nos hemos vuelto locos. No
es así. Hay que darle su tiempo si la
pérdida es importante. Según Fritz
Perls: “La única forma de salir es atravesándolo”.
Podemos aceptar los cambios y las pérdidas,
pero cada cosa viene por sus pasos y a nuestra manera. Y sólo nosotros y Dios podemos determinar la
duración del proceso.
Donald L. Anderson dice: “Sanos son aquellos que se afligen. Hace muy poco que nos hemos dado cuenta que
negar la aflicción es negar una función humana natural y que esa negación a
veces tiene terribles consecuencias. La
aflicción, como cualquier emoción auténtica, viene acompañada de cambios
físicos y descarga de energía
psíquica. Si esta energía no se agota en
el proceso normal de aflicción, se vuelve destructiva en el interior de la
persona…incluso una enfermedad física puede ser la secuela de una aflicción por
resolver. Significa estar dispuesto a
admitir un sentimiento sincero en lugar de forzarse siempre a reír para olvidar
el dolor. No sólo es lícito admitir la
tristeza inherente a cualquier pérdida;
es la única alternativa saludable”.
Podemos permitirnos sufrir este proceso
cuando nos enfrentamos a una pérdida o un cambio. Seamos amables con nosotros. El proceso puede agotarnos y dejarnos
vacíos. Puede acabar con toda nuestra
energía y hacernos perder el equilibrio.
Observemos nuestra evolución y sintamos lo que nos sea necesario sentir. Hablemos con personas que sean seguras y que
nos proporcionen el consuelo, el apoyo y la comprensión que necesitamos. Hablemos de ello en voz alta; hablemos hasta completar el proceso.
Comprender este proceso, nos ayuda a nosotros
mismos y también a solidarizarnos más con los demás, que pueden pasar por el
mismo.
M. BEATTIE
Suscribirse a:
Entradas (Atom)